domingo, 1 de abril de 2012

Un amor herido por la muerte

Lo conocí en una cafetería en el centro de la ciudad, uno de esos lugares donde se encierran muchas historias, donde las paredes son testigos de amores, traiciones, alegrías y llantos.
Era una de esas tardes donde la nostalgia me llevó a huir de mi rutina y que mejor que disfrutar de ese escape con un buen café, un cigarrillo y por supuesto un chocolate.

El aroma del café recién pasado, me llevó a perderme del tiempo, mi mente estaba dispersa en recuerdos, nadie se atrevía a despertarme de lo que parecía un sueño con ojos abiertos, Sebastián el mesero del lugar me había visto ya en otras ocasiones por mi mente divagar, llenaba otra vez mi tasa de café y me dejaba otro chocolate sin interrumpir mi estado de aparente relajación o quizá delirio.

La cafetería estaba llena, solo en mi mesa quedaba un lugar, salí del encierro de mis recuerdos cuando escuche una gruesa voz pedirme permiso para compartir mi espacio, alcé la mirada y unos penetrantes ojos negros se cruzaron con los míos, no había razón para negarme al pedido de aquel caballero así que acepte.

Sebastián trajo un café para mi desconocido “acompañante” y me sonrío en gratitud por haber aceptado compartir mi mesa, un bolero de antaño amenizaba el ambiente y nosotros por un instante compartíamos el silencio, una breve mirada dio paso a romper el hielo. – “Disculpe si le interrumpo” dijo, - todo está bien ya era hora de salir de mi letargo respondí.

- Quiero tomar fuerzas para seguir con mi vida y necesitaba escapar de mi mundo por un instante y nada mejor para ello que este lugar y un buen café, y ahora la dicha de su casual compañía.

- Yo sonreí en respuesta a su cortesía.

Aquel caballero tenía unos 25 años una mirada profunda y tierna pero llena de tristeza, su nombre era Nicolás y yo estaba a punto de conocer su historia.

Y así comenzó…

- Espero que no le moleste, y sepa comprenderme, me da la impresión que Usted es una persona que le gusta escuchar y yo no tengo alguien con quien hablar, además siempre he creído que el anonimato da la libertad de contar a un desconocido su historia, sin ser juzgado por eso.

Asentí por que esa introducción logró despertar mi interés, y de algún modo quería conocer la causa de sus penas. Prosiguió:

Conocí a Susana 2 años atrás cuando juntos íbamos a la Universidad, fue una tarde llena de lluvia cuando la vi por primera vez, estaba con mis amigos en el bar de la facultad y de pronto entre risas y relajo mi mirada quedó prendida en su imagen, para mi era una diosa, tenía una sonrisa que iluminaba el mundo, una mirada capaz de estremecer el corazón más duro, unos carnosos labios rojos, su piel era del color del amanecer, su figura lejos de ser muy estilizada para mi era perfecta.

El relato salía de su corazón que yo no me atreví a interrumpirlo, solo pensaba en escuchar su relato para tratar de entender el porqué de su tristeza.

Nicolás siguió con su historia. – No tuve el valor para acercarme ese día a ella, esperé unas semanas para tomar la iniciativa, hasta que llegó el momento, era Viernes habían terminado las clases y el que menos tenía planes para salir a farrear, me acerqué a ella, y le invité a salir esa noche, temía claro que al no conocerme ella podía decir que no y hasta ofenderse por mi intención, pero decidí correr el riesgo y para mi dicha ella aceptó, fuimos hasta mi coche y venimos a este lugar, precisamente a esta mesa.

Hablamos largo rato, nos sentíamos tan a gusto el uno con el otro que no sentimos pasar el tiempo, luego de esa noche comenzamos a salir con frecuencia y a los 4 meses de amigos decidimos ser pareja, ya con la confianza de querer seguir explorando nuestras vidas fuimos poco a poco más allá… como olvidar aquel día que fue mía por primera vez, cuando luego de una romántica velada los besos y caricias se tornaron mas atrevidos que nunca, yo recorría su cuerpo con mis manos cual escultor con su arte, ella con sus caricias encendía mi interior y se aceleraban mis latidos, comencé a quitarle la ropa, desabotonaba su blusa y veía la perfección de sus pechos, me perdía en el tiempo y una intensa pasión invadía todo mi ser, ella era perfecta, fue tan mágico mirarla desnuda que sentir su suave piel hizo que me perdiera en su cuerpo.

Los días transcurrían y nuestros encuentros carnales era cada vez más candentes, nuestro amor nos encendía pero la pasión nos devoraba y juntos nos alimentábamos de nuestros cuerpos.

Decidimos entregarnos a la aventura de vivir juntos rentamos un departamento pequeño y lo llenamos de muebles e ilusiones, nuestros días transcurrían entre nuestros trabajos, la universidad y nuestro amor, éramos tan felices que nuestro mundo era de colores.

Amarla para mi era entrar en un sueño del cual nunca quería despertar, su mirada profunda me atrapaba y sus carnosos labios me sometían a sus besos, sus pechos eran firmes cual dos montañas vírgenes esperando que mis manos y mi boca los exploren por cada rincón, su vientre era tan suave que mis manos temían romper su delicadeza con las caricias, poco a poco descendía por su cuerpo y al sentir su humedad  mi sexo se encendía y  entraba en ella para sumir nuestros cuerpos en un acople perfecto de amor.

Llegar a casa para mi era el momento más esperado del día, pues encontraría en ella a mi mujer, mi compañera, mi amiga, mi amante, el complemento perfecto de mi vida.

Era tan feliz que decidí que era el momento de pedirle que sea mi esposa, de decirle que deseaba con todo el ser que compartiera junto a mí toda la vida…

Llegué a casa con mi corazón latiendo más fuerte y rápido que nunca por la emoción de mi propuesta.

Me pareció extraño que al llegar Susana no me recibiera, habíamos hablado una hora atrás y ella me confirmó que estaba en casa, fui hasta la recamara esperando encontrarla allí y la miré dormida, me acerqué a despertarla con un beso, pero ella estaba fría, pálida y mi beso no la inmutaba, la llamé por su nombre pero no respondía, yo no lograba entender lo que estaba sucediendo, la moví tratando de que reaccionara pero no lo conseguí, me acerque aún más a ella y quedé destrozado por el dolor, Susana no respiraba, desesperado le di masajes en el pecho, respiración de boca a boca esperando que respondiera, pero era demasiado tarde ella había muerto, llamé una ambulancia y mientras llegaba yo no podía dejar de gritar su nombre e implorar que despertara, llegaron los paramédicos y solo confirmaron que se había ido, me había dejado solo con este amor latiendo en el pecho, tuvieron que arrancar su cuerpo de mis manos no me resignaba al dolor de haberla perdido.

Han pasado ya 6 meses del día en que Susana me dejó y aún me encuentro sumido en su recuerdo, en su amor, en su cuerpo, vengo cada viernes a este lugar para sentir su presencia y la dulzura de nuestro primer encuentro.

No se si un día pueda olvidarla o el dolor se guarde en un rincón de mi corazón solo sé que Susana con ella se llevó parte de mi vida, de mi ser y de mi amor.

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